
En la investigación, se ha contado con una muestra de 2788 personas mayores, con una edad media de 75 años. A través de ejercicios específicos y controlando la cantidad de vitamina D en el organismo, se ha visto que los ancianos con mayor cantidad de esta sustancia tienen un envejecimiento más tardío. Además, estas personas podían andar más rápido y presentaban un mejor equilibrio. Y aunque a medida que envejecían más, estas habilidades se resentían, seguían teniendo una mejor condición física aquellos ancianos con más consumo de vitamina D.
La contradicción: el consumo de vitamina D, que se encuentra en alimentos tan comunes como la leche o los huevos, entre los mayores es muy bajo, y la mayoría tienen que tomar complementos dietéticos para suplir su carencia.
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