jueves, 11 de febrero de 2010

Más Meditación, menos Prozac


Debido a la educación que recibimos, a nuestros condicionamientos sociales y culturales y al ritmo de vida acelerado, la meditación se me antoja como una herramienta para parar. ¿Para para e qué? El tiempo, la vida,....no, para pararnos nosotros. Recuerdo una frase que decía que decia que solo en el más profundo de los silencios se puede oir a Dios. Sólo si nos paramos podernos escucharnos.
La meditación puede parecernos algo esotérica y envuelta de cierta parafernalia, cuanto menos exótica y llamativa. Sin embargo, la práctica de ésta no es más que el cultivo de la atención y de la concentración.
Existen varios tipos de meditación, desde mi punto de vista todas con el mismo objetivo: soltar. Soltar todo el equipaje que llevamos en nuestra mochila de la vida, nuestra carga educacional, nuestra de responsabilidad, etc. En definitiva, todo aquello que nos separa de nuestras necesidades aquí y ahora.
Para ello, no podemos sentar durante 20 minutos en una silla o en un cojín y observar nuestra respiración. La clave está en observarla, es decir, no juzgar. No se trata de hacerlo bien, la paradoja es una cosa que no se puede hacer ni bien ni mal. Como una lo hace es como está bien. Podemos contar nuestra respiración, nuestra inspiración, de uno a diez, y luego comenzar. Si nos despistamos, nos damos cuenta de que nos hemos despistado y volvemos a contar nuestras respiraciones.

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