Existen diversos tipos de arcilla, con diferentes cualidades. La calidad de la misma está determinada por la composición química y la presencia de cuerpos extraños. Cuanto más virgen y puro es el lugar de extracción, mayor será su acción. Llamámos arcilla a una tierra grasosa en su estado húmedo y en la cual nada puede crecer ni germinar. Su coloración varía, puede ser verde, roja, marrón, amarilla, gris, blanca o negra. La diferencia de color nos revela diferencias en la composición y tendrá distintos usos, propiedades y fines.
Entre sus se propiedades destacan:
Absorbe agentes extraños, impurezas y elementos nocivos.
Neutraliza efectos negativos de sustancia que alteran el orden natural.
Activa el buen funcionamiento de órganos y células.
Regenera y reconstituye tejidos.
Actúa inteligentemente aportando el factor que nos hace falta para restablecer el equilibrio. Es por eso que podemos observar que a veces, ante la aplicación de una cataplasma, la arcilla puede reaccionar generando calor o frío, de acuerdo al caso y al cuerpo en particular.
La arcilla pura, desinfecta y cicatriza heridas y quemaduras. Si bien no se puede decir que la arcilla actúa especificamente sobre algunos tipos de virus o bacterias, su presencia evita su proliferación, reforzando las defensas propias del organismo, neutralizando los desechos inherentes a los conflictos celulares, asegurando el drenaje y ayudando a la evacuación.
Os recomiendo que cada cierto tiempo nos envolvamos, siempre en manos de expertos y centros especializados, en barro y disfrutemos de sus efectos en la piel y en nuestro organismo.
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